Las técnicas mineras coloniales son frecuentemente vistas como atrasadas, poco científicas o desconectadas respecto de la ciencia y de las innovaciones europeas, sobre todo para el siglo XVIII. A pesar de eso hubo innovaciones y presencia extranjera en la minería americana a lo largo de los tres siglos de la Colonia, generalmente desconocidos de la historiografía especializada. Esta comunicación se enfoca en tres expertos mineros extranjeros presentes en el Alto Perú al siglo XVIII, que se enfocaron en particular sobre la fabricación e implementación de bombas de desagüe. Luis Laduero de San Jorge fue un francés natural de París, llegado en Potosí en 1721. Presentó un modelo al gremio de azogueros de Potosí y convenció a unos mineros de invertir en su artificio. Después de un año de trabajo, su maquina fracasó y debió huir de la Villa Imperial. El segundo experto en desagües es también francés, Carlos de Malherbe. Llegó en 1760 en La Plata en compañía de Juan Bautista Joffier (otro francés del cual no tengo más información), y construyó una maquina de desagüe que experimentó con éxito frente a unos oidores de la Real Audiencia. En 1762 se instaló en Aullagas, mina en auge de la provincia de Chayanta, en la cual implantó sus maquinas. Fue después despojado de la dicha mina por sus inversionistas, pero consiguió recuperarla en 1778. Dio entonces una descripción de todas sus instalaciones, las cuales hacen de Aullagas una de las minas más modernas de los Andes al siglo XVIII. Estas maquinarias no fueron conservadas, y en 1790 el polaco Juan Daniel Weber, miembro de la expedición de Nordenflicht, intentó implantar de nuevo maquinarias de desagüe, lo que fracasó principalmente por falta de apoyo de los inversionistas. Estos tres momentos de desarrollo de máquinas y bombas de desagüe minero son muy llamativos respecto de los ritmos y formas de interés y desinterés acordado para estos artificios. En el caso de las de Malherbe, implicaron importantes instalaciones modificando el paisaje local. A pesar de suscitar a veces entusiasmo por parte de las autoridades y asimismo de ciertos mineros locales, esas máquinas resultaban muy raras y efímeras, de tal manera que pueden ser consideradas como accidentes singulares en el conjunto de las técnicas mineras del siglo XVIII. Así, no parece que transformaron las prácticas, pero sí las mentalidades y enfoques de la gente implicada en la minería.